La espiral del valor

Creemos que no podemos elegir.
Que no es justo.
Creemos que esto es lo que hay.
Y ya está.

Sí, efectivamente, hay portazos que suenan como signos de interrogación. Hay puertas que nos dan en las narices. El caso es que la llave, muchas veces, la tenemos nosotros.
¿El problema? Que nunca sabemos dónde coño hemos dejado las cosas.

Hay circunstancias que te llevan al límite. Y cuando has agotado todos los cartuchos con los que disparar contra la realidad, intentando hacerla más llevadera, llegas a la parada ‘es lo que hay’. Correspondencia con las líneas ‘resignación’ y ‘a la mierda todo’.

Pues sí. Es lo que hay. Obviamente.
En la vida hay cosas, y luego deja de haberlas.

¿Ya? ¿Ya está?
Sí, ya sabemos que tu vida apesta. Ya hemos comprendido que el mundo, los planetas, la madre naturaleza y todos los males de ojo se han concentrado e ido a parar sobre tu cabeza. Como si no hubiera más personas sobre la faz del planeta.

Bueno, no pasa nada. Por suerte alguien inventó los paraguas. Abre el tuyo.
Al fin y al cabo sólo es un poco de lluvia. Deja que te cuente algo.

Dicen que un optimista sólo es un pesimista mal informado. Yo, por mi parte, me quedo con lo que dijo Winston Churchill: “Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa.”

Hay varias maneras de volverse loco, y una de ellas es auto convencerse de que nada tiene sentido. Claro, ¿por qué no? Podemos dar un toque de queda y saltar todos por la ventana el mismo día a la misma hora.

Y aún así, eso no hará que pare de llover.

Hay personas que caen en espirales. Hay espirales que se van tornando más y más oscuras a medida que giran. Existen espirales de silencio, de vacío y de mediocridad. Pero hay otra. Está la espiral del valor.

Por supuesto, entrar no es fácil. Es como intentar llevarse a la chica guapa de la discoteca estando descamisado, sudado, bañado en alcohol y con los ojos medio cerrados. Y pegándole un pisotón.
Complicado.

La espiral del valor es una especie de club privado en la última planta de un edificio de treinta pisos sin ascensor.

Llegan allí los que se han hartado a subir escaleras, los que han comprendido que los caminos en línea recta no llevan a sitios que merecen la pena, los que se han quedado parados en mitad de la carretera pero están dispuestos a empujar el coche hasta el final del trayecto.

En la vida hay cosas difíciles. Y una de ellas es darse cuenta de que siempre hay dos opciones. Y digo opciones, no soluciones.

El que dijo que las malas noticias vienen de dos en dos, era un optimista. Y un tipo con suerte. La verdad es que vienen de cinco en cinco, si me apuras de seis en seis. Vienen a palazos. Hay una especie de maquinaria preparada para echar cantidades industriales de mierda en el mismo sitio. Como si las hubieses encargado.

Pero aún con todo eso, seguimos teniendo dos opciones. Siempre podemos elegir entre ahogarnos o nadar. Mejor, podemos flotar.
Y quien flota, por lo menos, no se ahoga.

A veces esperamos que algo o alguien venga a por nosotros. Pretendemos que, como en esas máquinas llenas de muñecos, un gancho venga desde arriba y nos lleve hasta la superficie.

Y esperándolo nos dejamos ir. Hasta que una voz nos pregunta algo así como ¿Acaso crees que sólo existes tú? Y esa voz somos nosotros mismos.

Y abres los ojos. Y aunque sigue igual de oscuro, te das cuenta de que a tu alrededor hay más cosas. Te das cuenta de que por cada cosa mala, hay una buena a la que no estabas prestando atención.

Entiendes que nos han dado la actitud y la voluntad como escudos protectores. Comprendes que la cuerda te la tienes que querer dar tú mismo, y de que aún así, hay gente esperando a que abras la mano y entres en la espiral del valor.

Llega un día en el que comprendemos que las opciones nos las damos nosotros. Que, al igual que nadie nos puede decir lo que hacer, tampoco nos pueden decir qué no hacer.

Que las explicaciones que damos a los demás son las explicaciones que nos queremos dar a nosotros mismos y que a veces hay que enseñarse y corregirse hacia dentro. Y por supuesto que a veces la vida no es justa. Pero, ¿acaso nosotros lo somos siempre?

Claro que llueve. Llueve, truena y nieva. Caen chuzos de punta. Pero nadie puede impedir que te pongas el chubasquero.

Hay umbrales que no están debajo de ninguna puerta. Hay umbrales que separan el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, lo posible y lo imposible. Hay umbrales del dolor.
Y umbrales del valor.

Sí, tienes razón. Esto es lo que hay, pero no es todo.
Las llaves no se tiran solas al fondo del mar y sólo tú decides cuando dejar de buscar. Sólo tú decides en qué espiral quieres entrar.

ECGXIII.

31 thoughts on “La espiral del valor

  1. «La espiral del valor es una especie de club privado en la última planta de un edificio de treinta pisos sin ascensor.»

    Acabas de conseguir que me quite el sombrero y algo parecido a una sonrisa.
    Algo así como un café caliente una tarde de invierno.
    O una cerveza ahora mismo, qué sé yo.

    No esperaba algo así en Elle.
    Gracias.

  2. Hoy he decidido ponerme al día con todos los blogs que sigo (¡ya era hora!) y me has alegrado la semana. Muchas gracias por hacer que vuelva a abrir mi paraguas de Gene Kelly y ver que, como tú bien dices, por una cosa mala hay mil buenas. Espero leerte pronto!

    1. «Write about things I like, about places I love and about people I admire»
      Me quedo con eso. Espero leerte pronto también. Gracias.

  3. Y como puso Hermann Hesse en boca de Siddharta: «Hemos aprendido mucho, y aún nos queda mucho por aprender.No damos vueltas en círculo, nos dirigimos hacia arriba:elcírculo es una espiral»
    Estoy segura de que es la del valor.
    Gracias por hacer el mundo un poco más humano en este mar de alienados

    1. Hesse tenía toda la razón, por norma general todos los círculos de la vida resultan ser caminos hacia alguna parte, aunque no lo creamos.
      Gracias Yolanda por tus comentarios. ¡Queda prometido!

  4. En estos momentos estoy flotando en un mar de mierda. Caí derechito y sin escalas, y esto se siente tan real. El tener que aprender a valorarte y seguir adelante. El tomar la decision de estara bien sin ver al pasado.
    Como siempre, me encantas.
    Besos!

  5. Antes, con el primer café de la mañana me relajaba leyendo una novela romantica, de historias de amor en ciudades ambientadas para ello, pensando, quizas, en ser una de las protagonistas, y subrayando las mejores frases, para meditar. Luego te conocí a «ti», y ahora eres tu quien acompaña a mi primer café, y te aseguro que no es facil «dejarme acompañar». Gracias

    1. Y los amantes del primer café de la mañana sabemos lo importante que es tener algo que leer antes de empezar el día. Gracias a ti por dejarte acompañar, es todo un placer.

  6. Querido ECGXIII, si llegas a escribir esto hace un año, apenas hubiera entendido nada (semánticamente si, obviamente), pero es un texto que podría hacer tan mi «yo 2013».. (nada nuevo, por otro lado).

    Siempre había considerado que quién es pesimista lo es toda su vida, por mucho que se esfuerce. Mira tu por donde que la persona más inesperada me llevó la contraria con esta teoría, hasta hacerme caer en la cuenta que quien quiere puede, que no hay adversidad que no traiga nada bueno, que si no tienes ganas da igual que hay que seguir para delante.

    Como bien dices, es más fácil ser condescendiente con una misma («pobre de mi», «me voy a quedar para vestir santos», «nadie sufre tanto como yo (y encima en silencio)» y blablabla), espiral que lleva al caos y al perderse en uno mismo. Que por otro lado tenemos la otra cara, la del positivismo, la de «quiero morirme pero voy a comerme la vida hasta que no me quede alma que repartir». Verdaderamente es difícil luchar por mantenerse en esa, pero sus resultados son mucho más productivos.

    Una vez más, chapeau y una vez más gracias.

    PD: la persona que me llevó la contraria y que al final me convenció de que se puede cambiar, fui yo misma 😉

  7. Eres como ese último, sorprendente, inexperado pero necesario golpe de oxígeno cuando estas a punto de ahogarte en un mar de dudas, penas y tristezas.
    Sigue así!

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