Nada en absoluto

La ciencia le dijo al mundo que dos más dos eran cuatro.  El tiempo le dijo al espacio que ni yo sin ti, ni tú sin mí y le dijeron a la lógica que tenían un trato. Y entonces llegó el amor. Y ni la ciencia, ni el tiempo, ni el espacio, ni la lógica pudieron explicarle nada al mundo.

Estimados Ciencia, Mundo, Tiempo, Espacio, Lógica y Amor,

Os escribo para deciros que se ha ido.

Que ya podéis volver a respirar tranquilos, que nadie os va a molestar.

Que se ha ido y es ahora cuando por fin encuentro un momento para explicaros los porqués que tantas veces me reclamabais cuando yo me negaba a responder.

A ti, Tiempo, decirte que con ella encontré nuevas maneras de medir las horas y que conseguimos demostrar que las cinco de la mañana es tarde solo para quien no ha encontrado la manera de explicar con los ojos cerrados que se puede soñar despierto y no ha entendido que cuando encuentras lo que buscas los días ya no son días y las noches tampoco son noches. Que, a veces, sí pasan treinta años antes de mañana.

Decirte que ella giraba las manecillas del reloj a su antojo y que acortó la primavera en busca de una buena excusa para calentarme la cama y desafiar todas las leyes del espacio. Confesarte también que ni tus diciembres más largos tuvieron nieve suficiente para congelar el movimiento de sus caderas al ritmo de un Quique González pasado de rosca. Que te han engañado, que en realidad no curas nada y que durante 730 días sólo fuiste eso de lo que nos reíamos cada vez que el avión se retrasaba pensando que así nos iba a robar un solo minuto de gloria. Que, aunque tú no lo sepas, tenía que decírtelo.

A ti, Lógica, que para cuando alguien lo suficientemente inteligente te quite la razón y demuestre que todas tus verdades no son más que mentiras ella ya habrá ido y vuelto seis veces. Decirte que a ella le bastaba con saber que algo no podía hacerse para rendirse a la evidencia de que podía hacer lo que le daba la real gana y tú no podías hacer nada contra eso. Que ella siempre estaba guapa, aunque tú no pudieras entenderlo.

Decirte que lo sentimos por no haberte hecho caso cuando nos decías que era imposible, pero es que entonces no hubiéramos tenido nada que contar. Que sus impulsos se reían en tu cara y que ella no podía vivir sin saber que los demás la miraban preguntándose “¿cómo ha hecho eso?”. Que a ella, la idea de morirse, sólo le daba ganas de vivir. Que dicen que hay algo que tener, pero es que ella lo tenía todo.

A ti, Espacio, que tus distancias eran siempre pocas y las camas siempre pequeñas. Que para ella no había medidas y que siempre tenía un estamos al lado en la punta de la lengua y en el fondo de sus ojos. Que todos los kilómetros eran cortos, como sus cafés. Más cortos que la falda más corta de Montera y que las noches en las que el sol tiene que ir a darte un toque en la espalda y decirte “eh, tú, ya es hora de irse a casa”.

A ti, Ciencia que pares de sumar, que de poco te va a servir. Que todas tus leyes eran los diez mandamientos a nunca cumplir colgados en el corcho de su habitación y que los únicos problemas que no sabía resolver eran aquellos que no le preocupaban en absoluto. Decirte que ella sólo restaba soledad y sumaba historias de veranos que nunca se acaban y que si había algo que se le daba bien era multiplicar, multiplicar razones para que todo el agua del mar fuese poca si había que bebérsela a cambio de un brindis a la luz de sus piernas. Que a ella siempre le salían las cuentas.

A ti, Amor, que te sientes. Que te sientes y aprendas. Sí, porque ni tú que siempre tuviste más razón que todos los demás, entiendes una mierda de lo que significaba que ella levantase los brazos en son de guerra, desprendiéndose de su camisa blanca abriendo una tregua que dura lo que dura la pasión cuando es infinita.

Decirte que el único paso que te separaba del odio era el que dábamos nosotros cuando sonaba el despertador y había volver al mundo real. Decirte que lo hicimos todo, por encima de todos los porqués, los síes, los noes y los talveces. Incluso por encima de ti. Que puede que no supiéramos lo que queríamos, pero lo quisimos saber todo.

Y a ti, Mundo… Lo sentimos por haberte obligado a entender que a veces no eres tan grande como crees. Pero es que ella vivía con un cartel de no molestar colgado en los labios esperando a que algún atrevido entrase sin llamar a la puerta y le dijese que a partir de ese momento la única fuerza de la gravedad que existía era la que generaban sus tacones al subir las escaleras que llevan a donde sólo los valientes pueden llegar. Y yo me atreví. Y gané. Y en realidad no lo siento. Nada en absoluto.

Aunque yo tampoco tenga nada que explicarte.

ECGXIII.

62 thoughts on “Nada en absoluto

  1. Que espectaculo de post. Like art, making feel something. Llegue aqui por casualidad y seguro me voy a quedar. Textos como estos no se ven ni se leen todos los dias, de casualidad de cuando en cuando pero nada mas. Artista en toda regla.

  2. Probablemente el autor de este post nunca lea esto, pero son este tipo de cosas las que me abren los ojos y me dicen que siga. A veces suelo escribir sobre lo que pienso pero muchas de esas veces no lo plasmo como me gustaría. Como todas estas personas quiero dar las gracias porque es increible cuanto biem pueden hacer las palabras bien dichas, gracias porque este es el empujón que necesitaba

  3. Hola,

    aquí te escribe una fiel seguidora, que ha leído todos y cada uno de tus posts, incluso repetidas veces. Sintiendo en cada frase lo que yo no podía expresar con palabras pero que tú has hecho tan fácil. He llorado, he reído y me he curado. Sí, hay heridas que, por fin, están cerradas. Después de mucho Tiempo, sí, fíjate, pero es algo bueno que tiene él, que poco a poco cicatriza y madura. Así, te escribo para pedirte un favor: escribe sobre meterte en la boa del lobo. Me explico, yo ya me he metido en la boca del lobo muchas veces, y me ha mordido; y ahora me estoy volviendo a meter, pero llevo carne roja para que no me muerda a mí. Sé que me entiendes. Esta vez me meto en la boca del lobo sabiendo lo que hago, y me reconforta, me reconforta saber que al fin sé controlar la situación, hasta que no sepa controlarla, pero para algo tengo la carne roja. Escribe sobre esa sensación, que pensaba que no iba a volver, que pensaba que tenía olvidada, esa sensación de haber aprendido del pasado y aplicarlo en el presente, para que no vuelva a pasarme en un futuro. Escribe, por favor. Y gracias, muchas gracias.

    Besos y un cigarro.

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