Semáforo en ámbar

Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante.
La vida, en realidad, es una calle de sentido único.
Agatha Christie

 

La semana pasada asistí a un acto de graduación.

No fui yo quien vistió una toga y recibió un diploma, ni tampoco era yo quien se lanzaba a una nueva etapa de su vida, pero algo hizo click en mi cabeza. Creo que no miento si digo que aquellas dos horas de discursos interminables me sirvieron más a mí que a la gran mayoría de los allí presentes, y eso que la cosa no iba conmigo.

Aquel día fui a parar a un anfiteatro lleno de personas a las que les dijeron cosas que creo que a ninguno nos viene mal oír. Y me dije que qué menos que compartirlas con vosotros. Sobre todo, con aquellos que estén viviendo uno de esos momentos que son como cuando apoyas la cabeza en la puerta del microondas mientras miras una taza de café dar vueltas y los minutos parecen no pasar. Ya sabéis a lo que me refiero.

En fin, voy al grano.

Lo que quiero deciros es que, sea lo que sea que hayáis decidido hacer con vuestra vida, lo mejor que podéis hacer es intentar ser los mejores. No hablo de ser el mejor de todos, sino el mejor tú mismo, con todo lo que eso conlleva, porque las cosas que se hacen con pasión suelen estar bien hechas.

Tened claro que el corazón y la cabeza son la única caja fuerte que nadie puede abrir. El dinero, los relojes, las casas, los bolsos, los coches, los móviles, los ordenadores…todo eso se puede robar. Pero la educación, los valores, los recuerdos, los momentos que ensanchan el alma…no te los puede quitar nadie. Los relojes se paran, los coches se rompen y las casas se caen, pero lo otro nos acompaña hasta que morimos.

Por eso, por favor, sed siempre vuestra mejor versión y aprended a esperar lo mejor de vosotros antes de esperar nada de los demás. Quereos y cuidaos a vosotros mismos, no olvidéis que es vuestra cara la primera que vais a ver en el espejo cada mañana durante el resto de vuestra vida.

Aseguraos de que tenéis las manos limpias antes de señalar a nadie y acordaos de sacar la basura todos los días, no os acostéis con una montaña de bolsas llenas de cosas que no tienen valor alguno. Las moscas siempre encuentran la manera de entrar por las ventanas.

Haced lo que podáis por cambiarle la vida a alguien. Sed el motivo por el que otra persona se levanta e intentad dejar cada lugar al que vayáis un poco mejor de lo que estaba cuando llegasteis. No alberguéis odio: con el tiempo todos aprendemos que pesa más la rabia que el cemento.

Encontrad aquello que os gusta hacer y dejad que sea lo que os defina, no hablo sólo de trabajo. Vivid vuestra vida, porque sólo tenéis una y cuando nos empeñamos en vivir los sueños de los demás, al final, se convierten en pesadillas. Y aunque os reencarnaseis cien veces, no volveríais a tener las oportunidades que tenéis ahora. Negaos a pensar que todo está inventado. Si todo el mundo hubiese pensado, eso hoy en día no habría ordenadores y probablemente no estaríais leyendo esto.

Nunca os olvidéis de donde venís, porque con los años os daréis cuenta de que eso marcará cada nuevo camino que elijáis. Tened siempre un puñado de buenos amigos y una botella de tequila a mano, porque el corazón a veces duele, pero cada golpe precede un paso al frente. Rodeaos de las mejores personas que encontréis, porque nadie se construye sólo y cobarde es aquel que no es capaz de pedir ayuda. Aprended a decir ‘perdóname’ y ‘te perdono’, porque, aunque son las palabras que menos se utilizan, también son las únicas que pueden cambiar las cosas en un momento dado. El rencor ha hundido más barcos que todos los icebergs del océano.

Haced algo que vuestro ‘yo’ futuro os pueda agradecer, y no os olvidéis de decir gracias. Compartid las cosas buenas que os dé la vida. Y digo compartir, no dar limosna. Compartir es dar parte de algo que posees y que tiene valor, no es dar lo que te sobra y no necesitas. Si podéis, tened un perro y aprended de él. Llegado el momento os daréis cuenta de que la lealtad no tiene precio. Además, nunca volveréis a encontrar a nadie que se haga pis de la emoción cuando os vea entrar por la puerta de casa.

Pensad dos veces antes de juzgar los actos de los demás. No importa lo que penséis ni cuán claros tengáis vuestros principios. No importa lo que digáis o hagáis, porque la vida siempre encontrará la manera de haceros entender que nunca estarás lo suficientemente seguro de algo. Que las cosas cambian, cambian continuamente igual que lo hacemos nosotros, y ‘nada’ no siempre significa ‘nada’ y ‘nunca’ a menudo tampoco significa ‘nunca’.

Aprended a decir adiós, porque incluso las historias interminables se acaban alguna vez, queramos o no. No seáis tan estúpidos como para pensar que todo lo malo se olvida. Los baches no siempre están en el camino, a veces están en nosotros mismos, y lo mejor que podemos hacer es aprender a saltarlos tantas veces como sea necesario.

Dejad que sea la vida la que os ponga las barreras, no construyáis murallas a vuestro alrededor, porque algún día querréis saltarlas y no podréis. Dejaos los cuernos por lo que queréis, no hay mejor recompensa que la que se obtiene haciendo algo simplemente porque crees en ello. Escuchad todo lo que la gente tiene que decir. No seréis los primeros en aprender algo valioso de un enemigo. Tened piedad y sed humildes, no olvidéis que incluso el demonio quiere a sus hijos.

Aprended a guardar silencio, pero que ni se os ocurra callaros cuando veáis algo injusto, porque todo gran cambio en la historia empezó con un grito. Escuchad a vuestros padres, aunque sólo sea de vez en cuando, porque algún día os acordaréis de ellos cuando no sepáis qué hacer. Elegid a quién queréis seguir hasta el fin del mundo y hacedlo, aunque os llamen locos, aunque las turbulencias estén aseguradas. Hay vistas que siempre merecen la pena.

Buscad un lugar al que volver, porque tarde o temprano lo necesitaréis. Queda muy bien decir que se es de todas partes y de ningún sitio, pero a la hora de la verdad todos necesitamos cobijo. Mejorad a vuestros padres y dejad que vuestros hijos hagan lo mismo con vosotros cuando los tengáis, porque sentir orgullo por ellos será una de las mejores experiencias que viviréis en la vida. Cuando toméis una decisión, llegad hasta el final, porque sólo así podréis decir que lo habéis intentado. No perdáis de vista que todo esfuerzo tiene una recompensa y que lo que se siembra se recoge.

Comeos el mundo, porque si no el mundo os comerá a vosotros. Id con todo o no vayáis, pero no viváis la vida a medias, el mundo ya va servido de mediocridad. Buscad un motivo para ser felices, porque en las horas más bajas necesitaréis recordarlo para volver a levantaros. Tomad vuestras propias decisiones porque la vida, al fin y al cabo, es como un semáforo en ámbar: tú decides si te paras o sigues.

Dedicado a P.: trust your gut.

ECGXIII.

108 thoughts on “Semáforo en ámbar

  1. Hola!! Empecé a leer tu blog hace poco, desde el último que has escrito hasta este y quiero que sepas que me encanta! De verdad que no sé cómo lo haces porque de verdad que me llegas al mismísimo corazón!! Espero que sigas así y espero algún día poder escribir como tú lo haces!

  2. Hola! Te escribo desde Argentina, no hace mucho que te descubrí y realmente no se como expresar lo que me genera leerte, me emociona, me alegra, me hace bien! Este en especial me encanto!! No dejes nunca de escribir, espero con ansias un nuevo post! 🙂

  3. me encanto este ha sido un gran post que me ha hecho mas feliz cuando lo leo porque me motiva muchisimo, creo que no he tenido lo que quiero en la vida pero si lo que necesito y leer esto me hace darme cuenta que aveces me pierdo de las pequeñas cosas de la vida por intentar encajar en algo o por pensar tanto en mis errores y problemas pero gracias por inspirarnos a ser mejores personas!! 🙂

  4. Increiblemente emocionante y real…Leer tus posts es toda una experiencia. No sé cómo encuentras la forma de plasmar en palabras sentimientos y experiencias, es un don, sin duda. Llegas al corazón con cada palabra, cada frase…Sólo puedo felicitarte y darte las gracias por prender esa llama que tenemos en lo más profundo y a veces parece apagada.

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