El efecto hortensia

 

A mi madre siempre le han gustado las hortensias. Bueno, siempre le han gustado las flores en general, pero sus hortensias son, sin duda, la planta a la que más tiempo dedica.

Yo, en mi ignorancia, siempre me preguntaba cuál era la gracia de perder tanto tiempo regando y cuidando algo que, al fin y al cabo, todos sabíamos que se iba a caer a trozos en cuanto el otoño entrase por la puerta. A menudo me preguntaba por qué no se dedicaba a plantar cualquier otra cosa que no implicase un drama familiar cada vez que se le cayese una flor.

Así que ahí estábamos un día de octubre, mis hermanos y yo, mirando cómo mi madre ponía todo su esfuerzo y dedicación en mantener viva esa planta, mientras calculábamos los días que quedaban para que llegase noviembre y la cosa se pusiese fea, muy fea.

De pronto, mi hermano mayor, haciendo honor a su don de la oportunidad, le preguntó a mi madre lo que los tres llevábamos años pensando, pero nunca nos habíamos atrevido a decir: “¿Mamá, por qué sigues regando esa planta si ya se le han caído casi todas las hojas?”.

Mi madre se giró, nos miró y contestó: “Nunca he dejado de creer en vosotros, aunque se os hayan caído todos los sueños.”

Nada más que decir. Supongo que las madres tienen esa extraña manera de enseñarnos las cosas más importantes de la vida en los momentos menos esperados.

Ella se volvió a girar y siguió intentando mantener a flote a su hortensia, que tantos colores había dado hacía apenas dos meses y que ahora parecía no querer bailar.

A nosotros, simplemente, nos cambió un poco la vida.

Yo, que soy capaz de matar un cactus y que jamás me he planteado nada relacionado con la jardinería entendí que, en realidad, la vida era eso. Un jardín lleno de plantas susceptibles de morir si nos las riegas.

Vi, más claro que nunca, que nuestros sueños y los sueños de los demás dependen, irremediablemente, de la fuerza con la que intentemos cumplirlos. Que nadie pisa ninguna cima si no es con la ayuda de quien está ahí para decirnos ‘yo creo en ti’. Que todos, en algún momento, necesitamos que nos cuiden.

Aquella tarde, mi madre y su hortensia nos recordaron que uno no abandona a la gente que quiere, por muy frío que sea el invierno. Que uno no se raja a la primera de cambio, que aquí hemos venido a bailar, incluso cuando se acaba la música.

Y es que, al final, la única manera de descubrir si las cosas pueden funcionar es estar ahí para verlo. Si te vas, si abandonas, si tiras la toalla, puedes tener por seguro que no sufrirás, pero tampoco sabrás si con un poco más de valor lo hubieses conseguido.

Para hacer magia, hacen falta cojones.
Y agua.

Ese día empecé a regar mis plantas.

A mi madre, por regarnos los sueños y cubrirnos las tempestades.

ECGXIII.

30 thoughts on “El efecto hortensia

  1. Es hermoso e increíble lo que haces sentir a quienes te leen, de verdad. No importa cuantas veces lea lo que escribes, ni cuanto tiempo pase sin leerte, solamente tengo que leer un párrafo para salvarme de mi pesadilla cotidiana, para creer de vuelta en una vida que daba por perdida y tachaba de insípida.
    Gracias.

  2. Buenísimo… preciosa forma de ver y vivir la vida, muchas gracias, he pasado unos momentos deliciosos al leerte y lo agradezco tanto porque entre tanta mezquindad, es una caricia para el alma confirmar que hay seres humanos maravillosos, que no son mis sueños que me engañan… Gracias otra vez !

  3. JAJAJAJAJAJAJA ya veo que lo de que una madre riegue plantas secas pasa en más casas. Mis hermanos y yo siempre nos quejamos de que las cambie y plante otra cosa nueva en el tiesto, pero ella erre que erre sigue con la esperanza de que algún día nacerá un brote verde.

    Por cierto, dile a algún amigo/a tuyo que te regale un planta, o regálatela tú. Seguro que sigues sacando enseñanzas de ésta.

    Genial, como siempre.

  4. Nunca puede realizarse un sueño detrás de un gay. El dice que me ama, peo no viene, no habla, no se comunica, no te da sus teléfonos ni te pide ser amigo en el face o te busca por skipe, o whatsup o,o,o, Y luego dice que no te habla, ni te saluda ni te mira porque eso es de a dos y como uno no lo hace, él tiene dignidad, y no se humillará más. Qué raro no? Pues yo…… me rajo

  5. Un triste y desesperado día de verano encontré tus escritos, me sentí tan acorde, tan cercana a ti, tan parecida, pero en una versión crecida, adulta, madura y te guardé en mi superbarra de marcadores donde tengo cosas inspiradoras. Hoy, en un triste y desesperado dia de otoño, otra vez, he entrado,y otra vez me he identificado.
    Brindemos por esas extrañas e incomprendidas madres que nos levantan y que nos hacen soñar.
    Brindo por ti y por tus escritos y el acompañamento musical (muy fan de Ben Cocks).
    PD: Lo siento por tanta repetición, quiero que de alguna manera, mis palabras lleguen a ti casi como las tuyas a mi, pero de esta estúpida y penosa manera (o ingeniosa ).

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