Breve historia de una maleta

Echaste la mano a tu bolsillo trasero y sacaste una cajetilla de tabaco. Encendiste un pitillo y aspiraste. El humo saliendo por tu boca cambiaba de color y forma al ritmo de las luces y la música. Las guitarras afinaban lo que estaba apunto de convertirse en el himno de una larga historia, sus cuerdas contaban cómo, años después, algo tan grande podría caber en una caja tan pequeña.

                                                             

La música, que todo lo envuelve, que se cuela en cada rincón de la memoria y se queda a dormir en los recuerdos…Y un día, sin más, despierta. Y duele. Duele como duele el sonido del último recorrido de la cremallera de una maleta cuando sabes que no la volverás a ver abrirse más.

Despertar, en mitad de la noche, creyendo que estás escuchando de nuevo esa canción, que puedes oler aquel humo saliendo de aquellos labios entreabiertos y aquella mirada, esos ojos que parecen haberlo visto todo y no estar dispuestos a dejarse sorprender por nada. Abrires y cerrares de ojos que envuelven momentos que merecen la pena ser vistos. Cámara lenta.

Hay historias que empiezan cuando una luz se enciende, y otras que no pueden acabar mientras haya una luz apagada. Nosotros sabíamos que en la oscuridad todo era posible, sabíamos que cuando nadie te ve, te vuelves de verdad. Que cuando no ves, necesariamente sientes, que cuando tienes los ojos cerrados cualquier excusa es buena para dejarte caer sin que parezca tu culpa. A veces pienso que si nos vendásemos los ojos aprenderíamos a querer mejor.

Y hablando de culpas…¿Quién la tuvo? Siempre nos preguntamos quién fue el responsable de que se acabase. ¿No sería mejor preguntarse quién tuvo la culpa de que empezase? A eso me apunto. Y tú apúntate otro tanto, que dos no hacen si uno no quiere. Y quisimos los dos. Siempre preferí ser responsable de unas comillas que de un punto y final. Los dos cabíamos en una maleta, y ni siquiera lo sabíamos.

Los dos, tú que ahora has cambiado de vida porque nunca supiste estar cinco minutos en el mismo sitio y yo que ahora alzo la vista al cielo y ya no encuentro el tabaco en el bolsillo trasero de ningún pantalón. Yo, que siempre fui de vicios y tú que viciabas el aire con sólo entrar en la habitación.

Tú, que nunca decías lo que pensabas y yo que rara vez pensé lo que decía. Tú, como el aire frío que se cuela por debajo de la puerta cuando llega el invierno. Porque eso haces, volver con el invierno. Volver con diciembre de la mano, a rastras si hace falta, para recordarle al mundo entero que hay tantos tipos de errores como días tiene el año.

Errores. Ese bonito nombre que damos a la pasión cuando fracasa. Dicen que sólo de ellos se aprende, y contigo aprendí. Aprendí que no hay amores demasiado efímeros sino noches demasiado cortas y que cuando a cabezotas no te gana nadie terminas teniendo dolor de cabeza. Aprendí que hay dolores que se curan sin receta y que la mejor receta para que algo no funcione es no querer intentarlo.

Y aún así lo intenté, lo intenté tantas veces que me salió un callo en el amor propio y pisé el límite insospechado hasta el que podemos llegar a ser gilipollas. Porque yo lo era, pero tú más. Lo pisé para dejar claro que cuando digo que hay que hacer las cosas hasta el final, lo pienso de verdad. Aunque a decir verdad, lo hice sin pensar.

Puedo dar fe de que tropezamos una y otra vez con la misma piedra, puedo jurar con la mano en el pecho que a veces hay que reconocer que no nos disgusta la idea. Pero también puedo decir, con el firme convencimiento que da la experiencia, que nos cansamos de que no nos quieran.

Entonces hacemos las maletas y nos vamos. Aunque duela. Nos guardamos los pocos momentos ganados y las muchas noches en vela perdidas junto con un puñado de cosas que nos gustaría decir pero que luego nunca decimos, y ale, ancha es Castilla. Así de fácil, no hacen falta más de cinco minutos para guardar cinco años en una maleta.

Y nos vamos por la puerta grande a hombros de una decisión que nos gustaría no haber tenido que tomar pero que con el tiempo irá ganando sentido. Salimos por la puerta por la que salen los que saben a ciencia cierta que nunca llueve eternamente y que oye, por mi que no haya sido. Y mientras puedes decir eso, la música duele un poco menos. No importa lo alto que suene ni el tiempo que pase, ni cuanto pese tu maleta.

PD: No quiero terminar este post sin antes echarle un capote a mi amigo Fernando. Y sí, digo amigo porque a pesar de no conocerle no soy capaz de resistirme a la gente que le echa huevos a la vida. Hace un par de días dejó un comentario en este blog, el cual había conocido gracias a ‘ella’. Supongo que todos os podéis imaginar lo que pasa…Chico encuentra a chica especial, chico no se atreve a decirle nada, chica no sabe que a chico le gusta, chico se vuelve loco e intenta por todos los medios hacérselo saber pero no sabe cómo, chica vive en la ignorancia, tiempo pasa, chico se desespera…Houston, tenemos un problema.

Aunque no soy Tommy Torres, desde aquí me gustaría hacer un llamamiento para ‘ella’, se llame como se llame, y pedirle que por favor y por el bien de la comunidad de este cajón en general y de nuestro amigo en particular, esté un poco más al loro de las señales retroluminiscentes que seguro le están mandando, ¡coño!

Y a ti, Fernando: Por ti que no haya sido.

ECGXIII.

72 thoughts on “Breve historia de una maleta

  1. Sin palabras! Aunque como siempre…lo que escribes roza la perfección.

    Post: Fernando si no luchas por lo que quieres nunca lo tendras, asique «pa’lante como los de alicante» Mucha suerte 🙂

  2. Quisiera poder dejar un comentario a la altura de tu texto, pero es imposible para mi. Y por eso, hasta ahora, nunca me he decidido a escribir. Pero hoy, me lanzo… «por mi que no haya sido».
    Sólo quiero decirte que descubrir tu blog ha supuesto todo un hallazgo! Me encanta tu manera de plasmar sentimientos a través de las palabras! Leo y releo algunas de la frases identificando en ellas algo ya vivido que, hasta ese momento, me era imposible explicar…
    Gracias por escribir y, por favor, no lo dejes nunca!!!

  3. Una vez más, enhorabuena por tu trabajo. Por conseguir que, mientras leemos tus textos, cada uno de nosotros piense en alguien en concreto y diga: joder! si es mi historia… Tienes la capacidad genuina de escribir de tal forma que nosotros hagamos nuestra cada línea, de conseguir que veamos con un tinte diferente cada uno de nuestros episodios sobre los que tú escribes. Eres genial, no dejes de escribir y avisa si escribes un libro…

    De nuevo, enhorabuena y gracias.

  4. «Y aún así lo intenté, lo intenté tantas veces que me salió un callo en el amor propio y pisé el límite insospechado hasta el que podemos llegar a ser gilipollas. Porque yo lo era, pero tú más. Lo pisé para dejar claro que cuando digo que hay que hacer las cosas hasta el final, lo pienso de verdad. Aunque a decir verdad, lo hice sin pensar.»
    Lo hice, porque era lo que más quería, y luego de años, tuve respuesta. Vale la pena luchar, porque cuanto más larga es la pelea, más hermosa es la Victoria, y así se llamaba. Llegué a tener mi Victoria. Y fui feliz, y luego se terminó, y me dejó uno de esos vacíos que solo se sienten en el pecho, y que solo el tiempo sabe curarlos. Pero el tiempo es embustero, pero el tiempo es zaino, porque para el corazón los minutos parecen horas, y los días años…

  5. Aquí una con un callo en el amor propio y cansada de que no la quisiesen… Esta historia estuvo plagada de errores pero nunca fue un error en sí misma… El mayor, luchar porque no hiciese la maleta…

    PD: cada día me sorprende más tu forma de escribir… GRACIAS!

  6. Aún intentado decidir si hacer o no la maleta… ¿El destino del viaje? Lo más lejos posible, gracias.

    El peso de los 5 años por guardar se hace aún más duro de soportar cuando uno ya está cansado, cansado de que no le quieran. Y con dolor de cabeza, por cabezota.

    La música será dura (no sé si buena o no) y larga, pero aprenderé a bailarla, eso seguro. Porque soy una chica fuerte, aprendo rápido y sobre todo porque puedo decir bien alto: por mi que no haya sido.

    Gracias Gatsby

  7. pues decirte que tb ando enganchada a este blog…me lo presentaron un buen día y aqui ando cada semana…;).¡¡Felicidades!!…Me ha encantado este momento de «celestino virtual»…:)). ¡¡Mucho ánimo,Fernando!!.

  8. y suena crack, y se reabre una herida.
    A veces poner fin tan rápido es tan fácil como cerrar el libro y ponerlo en la estantería. El problema es terminarlo, y llegar a la página en blanco. Recuerdo que en un libro leí que la gente decía que si lo terminabas dejabas de fumar, y que la gente dejaba de leerlo. Yo en mi caso, decidío dejarlo de otra manera.
    Nunca se sabe cuál es la mejor opción. Pero siempre la peor, es estancarse.
    Me quedo con tu diré, te seguiré la pista.
    Cuidate!
    un saludo

    1. Por suerte existen muchos tipos de libros. Hay algunos tan buenos que por respeto, aunque el final se haga difícil de leer, hay que terminarlos. Otros directamente quedan bien en la papelera de reciclaje y no merece la pena siguiera pasar de la tercera página. Allá cada uno con sus gustos ‘literarios’. Se sabe cuál es la mejor opción cuando se han probado las demás. Otro saludo para ti y gracias Catadora de Sabores.

  9. Errores y sentirse gilipollas a más no poder, pero saberse orgulloso de que por ti no ha sido que no empezó una historia. Aunque sea difícil discernir el momento en el que la dignidad la pierdes por completo, pero para eso están los amigos, para decirte un «ya está bien, déjalo correr».

    Ojalá Fernando tenga suerte, ahora que también le digo, que a veces tanta señal desconcierta, y lo mejor es hablar claro.

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